Quizá no sea este su nombre, pero
en mi casa hechas de esta forma las llamamos así. Eran las favoritas de mi
padre, le encantaban (los buñuelos de bacalao también). Cuanto mejor sean las
almejas mejor será el resultado después.
Otra cosa importante es el
tomate, ahora en verano podéis encontrar en el mercado tomates muy ricos, con
más sabor y mejor textura que los de invernadero. Esta es una receta sencilla,
en la que solo hay que cuidar de que haga bien el sofrito de la cebolla y el tomate
para que luego nos quede una salsa estupenda para mojar pan.
A mí me gusta hacerlas un poquito
picantes porque les da una gracia especial, pero si no os gusta el picante solo
tenéis que omitir la guindilla.
Para hacerlas necesitamos (para
picar 4, si es para comer mejor el doble)
500 gramos de almejas
1 cebolla hermosa
1 tomate grande o dos pequeños
2 dientes de ajo
½ tacita de aceite
1 tacita de vino de jerez seco o
bien un vino de oporto (blanco)
Sal, pimienta, 1 guindilla,
perejil picado.
Las almejas las pondremos en un
bol cubiertas con agua fría hasta el momento de hacerlas para que tiren la
tierra que puedan tener.
En una sartén pondremos el aceite
de oliva, pelamos y partimos los ajos en trocitos pequeños que pondremos a
dorar en el aceite, cuando empiecen a tomar color añadimos la guindilla en
trozos y la cebolla cortada en trocitos, salamos, cocinamos tapado a fuego
lento hasta que la cebolla empiece a dorarse.
Pelamos el tomate, le quitamos el
corazón y lo cortamos en trocitos, lo añadimos a la cebolla y lo cocinamos a
fuego medio hasta que pierda el agua, en este punto le pondremos el vino, la
pimienta, un poco de sal y las almejas, volvemos a tapar y dejamos en el fuego
hasta que veamos que se han abierto todas las almejas. Espolvoreamos con un
poco de perejil picado y servimos bien calientes acompañadas de una buena
ración de pan.